Las gotas de lluvia se mezclaban con las lágrimas de Andrea. Eran lágrimas de alegría. Estaba allí, preciosa, frente a Dani, la persona que había decidido que la acompañaría para siempre.
Al igual que en la vida, los planes para la boda no fueron los previstos. Ella iba a llegar a caballo, bajo un sol radiante, y todos esperarían en el jardín, lanzando pétalos de flores,…pero no podemos controlar el tiempo. Por la mañana temprano, al ver como las nubes inundaban el cielo, Andrea no podía creérselo. Llevaba un año planeando este día. Pero mientras se ponía en vestido blanco y se recogía el pelo para dejar al aire su espalda, se dio cuenta de que no importaba. De que, como le sucedería a partir de ahora en su nueva vida con Dani, tendría que afrontar las cosas como vinieran.
Y fue una ceremonia maravillosa, como la vida misma.